Sobre mí
Escribo porque descubrí que nunca he estado solo.
Quizás es porque estoy joven. Quizás por eso quiero escribir. Y escribiré aunque nunca acabe. Escribiré para quienes siguen creyendo en el individualismo como filosofía de vida.
Escribo porque mi vida no es solo mía: está habitada por las huellas de quienes vinieron antes y por los pasos de quienes caminan conmigo.
Entendí entonces que un individuo aislado es como una semilla guardada en un cajón: lleva vida adentro, pero muere sin dar fruto. Cuando cae en tierra, junto a otras, el campo florece.
Hoy escribo para recordarte esto: no estamos condenados al individualismo. Al ayudar al otro, uno mismo encuentra fuerza. Al dar, no desaparecemos: permanecemos. Al cuidarnos, construimos algo más grande que nuestras pequeñas historias.
Yo, como muchos, creí por un tiempo que la religión era la solución al individualismo, y pensé que las ideas podían transformar la materia. Entregué mi vida a un Dios invisible que no mostró consistencia frente a las necesidades crecientes de mi familia y amigos. Creí haber encontrado una verdad trascendente: cambiar la mente y así cambiarlo todo.
Pero al crecer y enfrentar la realidad concreta de mi comunidad, entendí que no necesitaba un Dios para reconocer lo bueno, lo agradable y lo perfecto. Tanto tú como yo podemos alcanzar sabiduría en lo común. Es en la comunidad donde forjamos una moral compartida y objetivos en los que cabemos todos. Ya no somos individuos: somos un nosotros. Estamos para ayudarnos. No solo para desearnos el bien, sino para practicarlo.
Quizás citar tantos textos bíblicos revela mi pasado, pero mi presente camina más allá de una metafísica de espíritus en el aire y dioses invisibles. Hoy tomo inspiración de todos lados para decir algo sencillo y claro:
Esta premisa recuerda que sin el conjunto humano —sin la comunidad— la historia se seca. Como individuos, nos apagamos. Juntos, persistimos.
El bien que se siembra en común nos vuelve a casa.
No soy un filósofo ni un profeta. Soy un hombre que aprendió —a veces con dolor— que la verdadera trascendencia no está en uno mismo, sino en ese “nosotros” que nace cuando nos miramos con compasión.
Y si me preguntas por qué sigo escribiendo, te diría simplemente: porque quiero dejar testimonio de que nunca fuimos individuos… siempre fuimos comunidad.
Que estas páginas sean un puente para cuidar mejor lo cercano
Para que en círculos pequeños encontremos la fuerza para enfrentar el mundo.
Leer el último relato